jueves, noviembre 17, 2005

Este es el diario de Niña Jonás (7)

Esta mañana el radio-despertador, a las diez en punto, me despertó con Alone Again (Naturally) y no sé si se me quitaron las ganas de levantarme o de quedarme en la cama. El caso es que cuando acabó la canción me levanté, duché, desayuné y salí.
Mi intención era devolver un libro de chistes fáciles que me habían recomendado, del que leí hasta la página 27 (tenía 232) y después de lo cual decidí que sería mejor invertir mi dinero en pizza y pistachos, pero cuando llegué a la tienda me di cuenta de que me había dejado el libro en casa, así que pataleé contra el suelo con rabia, atrayendo la atención del guardia de seguridad, el cual, en vez de encontrar el hecho divertido, me miró con desconfianza.
Ya que había llegado hasta allí decidí aprovechar el viaje. Subí hasta la cuarta planta para buscar algún libro de Hunter S. Thompson, pero en las estanterías sólo tenían Miedo y asco en Las Vegas, que ya me lo he leído, así que me fui a preguntar a uno de los mostradores.
Había dos personas delante de mí; el primero, un tipo muy parecido a Harry Potter preguntó si tenían el último de Harry Potter, y el chico del mostrador le dijo que estaba agotado y que seguramente vendría el viernes. Harry Potter se fue colocándose las gafas y al parecer bastante fastidiado, porque hizo pataletas, y yo, de verdad que lo encontré gracioso, no me pareció como para desconfiar.
La chica de delante de mí preguntó por uno de Lucía Etxebarría, pero que no era el último ni Amor, curiosidad, prozac, etc. sino uno de los que sacó en medio. El chico miró en el ordenador y dijo ¿Beatriz y los cuerpos celestes? ¡ese!, dijo la chica; está en autores de habla hispana, en la “E”, dijo él, la chica dijo que había mirado en toda la “E” pero que el libro en cuestión no estaba, el chico dijo que era muy raro porque en el ordenador le salía que quedaban tres ejemplares, que preguntara a alguno de los empleados que estaban fuera de los mostradores, la chica dijo que no había encontrado a ninguno, que por eso no les había preguntado, y me fui.
Bajé a la segunda planta para ver si encontraba algún disco de Kate Wax, que es una tía que oí hace poco en una fiesta y me moló, pero nadie parecía conocerla, así que me cogí uno de Van Halen, para probar.
Antes de pagar fui a echarle un vistazo a los DVD’s y me llamaron al móvil. Era Edu, que al final se había arreglado con su novia y que si no me importaba íbamos al cine otro día.
Cuando colgué vi que un chico me miraba. ¿Te la vas a llevar?, me dijo, ¿el qué?, respondí, la peli, dijo señalando mi mano derecha. Había cogido el DVD de Willy Wonka y la fábrica de chocolate (la antigua) en el momento en que me llamó Edu, pero ni me había dado cuenta de que la tenía aún entre las manos. Es que sólo queda esa, me dijo con aire triste.
Pensé en decirle que sí, que me la iba a quedar, que llevaba mucho tiempo en busca de esa película y que era la ilusión de mi vida poseerla, aunque fuera mentira, y me hayan comentado que la peli es lenta y un coñazo, nada que ver con el libro, así que le diría que me la llevaba y luego la escondería entre los vídeos de Scorpions, sólo por joder, con alguien tenía que pagar el no poder ir al cine con Edu, y sobre todo que se hubiera arreglado con la imbécil de Sonia, que le volverá a poner los cuernos en la primera ocasión, cuando yo ya tenía medio pensado lo que me iba a poner para ir al cine, me daba igual que Edu se hubiera empeñado en ver La Guerra de los Mundos, y de repente me encontré diciéndole al chaval que sólo le estaba echando una ojeada y que se la podía quedar, supongo que me dieron pena sus ojos redondos.
El chaval pareció alegrarse muchísimo de mi decisión y al entregarle la peli me propuso ir a tomar algo a la cafetería, que él invitaba, para agradecérmelo.
Yo le dije que no era necesario, pero él insistió y yo ya no tenía prisa, así que, a pesar de que el pipiolín no tendría más de diecinueve años y la cara salpicada de granos fosforescentes, le dije que vale.
Yo me pedí un Nestea al melocotón, y él se pidió un chocolate con churros y me comunicó que se llamaba Guillermo pero que por favor no le llamara Guille, cosa que yo no había pensado hacer en ningún momento.
Guillermo era extremadamente tímido, así que supongo que para disimularlo, y mientras devoraba sus churros, no hizo más que hacerme preguntas del tipo: ¿Has probado el Nestea de limón? ¿Ese arañazo quién te lo ha hecho, tu gato? ¿Has estado alguna vez en el Festival de Benicassim? ¿Por qué te pintas las uñas de negro? ¿El pelo te lo tiñes en casa o en la peluquería? ¿Haces top-less en la playa? ¿Sabías que los tejos son venenosos? ¿Te gusta sentarte a la sombra de un buen árbol a leer un buen libro o prefieres leer un mal libro a la sombra de una sombrilla en la playa? ¿Te has masturbado alguna vez con un zapato? ¿Escribes con boli o con rotulador? ¿Caramelo duro o caramelo blando? A medida que iba formulando las preguntas los granos de su cara se hinchaban más y más, así que me tomé el Nestea de un trago, agradecí sonriente la invitación y me alejé de aquel psicópata.
Cuando salí a la calle el calor era absolutamente insoportable y decidí llamar a Lydia para ir al cine con ella. Me dijo que no podía ser y me colgó inmediatamente, creo que la pillé follando, así que me dije, pues voy yo solita, que total para ver una peli me basto y me sobro, y allá fui.
Pedí una para la cuatro y me puse en la cola, aunque sólo había cinco personas delante de mí. Enseguida se abrió la puerta de la sala y un tipo parecido a Mickey Rourke nos rompió las entradas por turnos antes de dejarnos pasar y se escondió entre las cortinas para espiarnos. Creo que nadie más que yo se dio cuenta, me pregunto si me estaré volviendo paranoica. Estaba comprobando por tercera vez si le había quitado el sonido al móvil cuando se apagaron las luces; el bulto de las cortinas se movió ligeramente.
Un hombre con túnica que afirmaba ser Jesucristo trepaba por una colina en busca de unas bayas que decía que eran el fruto de Dios. Una mujer muy guapa, con un bebé en brazos, lo miraba en su ascensión. Al parecer tenía frío, porque tiritaba. Después la escena se trasladaba a la época actual, a un barrio de una ciudad en el estado de Oregón, y era la historia de unos chicos jóvenes y problemáticos que se dedicaban a malgastar su juventud haciendo cosas malas como beber cerveza o maltratar un conejo, y todos se divertían mucho menos uno de ellos que al parecer sólo les acompañaba para no sentirse desplazado. Esto podía intuirse porque cuando le enfocaban a la cara se veía que sufría, y una mañana uno de ellos aparece en la orilla del río lleno de algas y con la cabeza destrozada, y todo el pueblo se reúne en la iglesia y se entregan a rezar compulsivamente porque dicen que el diablo tiene que andar detrás de todo esto.
Creo que fue entonces cuando me empecé a mosquear y a pensar que esto no era Los Sexoadictos. Instintivamente miré para atrás y el bulto de las cortinas había desaparecido, aunque me parecía que la tela conservaba un leve movimiento, y entonces una vocecita, como en un susurro, comenzó a decir ¿hay alguien para la sala cuatro, alguien para la sala cuatro? Yo levanté tímidamente la mano y Mickey Rourke me iluminó con su linterna. Parecía divertirse mucho mientras me acompañaba fuera y me explicaba que me había metido por error en la sala tres, que él se acababa de dar cuenta de casualidad, porque se le ocurrió echar un vistazo a los cachitos de entrada que aún conservaba. Me acompañó hasta mi sala disculpándose y riéndose a un tiempo (ya no se parecía tanto a Mickey Rourke), pero la peli había empezado hacía veinte minutos, así que preferí no entrar. Me sentía como una idiota mientras salía del cine, miré para atrás y el que ya no se parecía a Mickey Rourke me decía adiós con la manita mientras seguía descojonándose, tuve ganas de volver y darle una patada en la boca, pero en vez de eso me fui a casa para escuchar el disco de Van Halen.
Cuando llegué, la gata había devuelto sobre el sofá, así que me senté a escucharlo en el suelo y con los cascos, para que nadie me molestara.
En el cielo azul, al otro lado de la ventana, pude ver cómo una nube en forma de topo se acercaba lentamente a otra nube en forma de topo; primero se dieron un beso, después un cálido abrazo, y finalmente, fundiéndose en el éxtasis de una pasión ligera, se convirtieron en morcilla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por favor, por favor. Queremos saber más de ti. ¿Publicarás pronto otro día más de tu adorable diario?
Todo tuyo, para lo que quieras...

القمر السعودى dijo...

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