lunes, febrero 16, 2009

Este es el diario de Niña Jonás (12)

Esta mañana tuve un despertar de lo más inesperado. Y es que hace un par de días se me estropeó el radio-despertador y me he comprado una lámpara de esas que se van iluminando poco a poco, simulando un agradable amanecer, y que te despiertan con una música zen, o con el oleaje del mar, con el piar de unos pajaritos u otros sonidos naturales. Me persuadió el dependiente de la sección Pequeño Electrodoméstico, diciendo que la lámpara en cuestión tenía un montón de efectos beneficiosos para la salud y médicamente super-probados. La verdad es que el tío me convenció enseguida, pero yo me hice de rogar y me mostré bastante indecisa haciéndole probar todos los sonidos y las intensidades lumínicas de la lámpara innumerables veces; pero no lo hacía por fastidiar, sino porque el tipo se parecía extraordinariamente a Jude Law y ocasiones así no se pueden desaprovechar. Después de cuarentaytantos minutos, y al ver que su maravillosa sonrisa comenzaba a tornarse en una mueca atrabiliaria, le comuniqué que me la llevaba y que si por favor me la podía envolver para regalo. Me miró detenidamente unos instantes, por un momento pensé que iba a insultarme o a vomitar verde, como en el exorcista; quizá recordara que ya le había comentado que la lámpara era para mí, pero en vez de atacarme me deleitó con la mejor de sus sonrisas y se fue a la otra punta de la tienda a buscar a un compañero pelirrojo y granudo al que le dijo “envuelve esta dichosa lámpara y deshazte de esa petarda”, tras lo cual me miró nuevamente y me lanzó otra de sus estúpidas sonrisas, supongo que sin sospechar que soy de lo más habilidosa leyendo los labios.
Así en la distancia me di cuenta de que tampoco se parecía tanto a Jude Law, sobre todo por la chepa y por su calvicie incipiente.
Al llegar a casa escuché de nuevo los sonidos, aunque ya me los sabía de memoria, y decidí programar la opción “Pájaros por la mañana en el bosque” para despertarme al día siguiente.
El caso es que ayer me había parecido un sonido de lo más agradable, y super-super logrado, como dijo el falso Jude (que ahora que recuerdo, ni siquiera tenía los ojos azules, el muy imbécil); de hecho temía que el sonido en cuestión no fuera en absoluto eficaz a la hora de despertarme, fundamentalmente porque duermo como una marmota.
Pero esta mañana, al despertarme sobresaltada y tras convencerme de que mi casa no había sido invadida por una colonia de estorninos, se me antojó un sonido bastante estridente, que al cabo de unos minutos se volvió insoportable.
Comencé a echar de menos mi antiguo radio-despertador y pensé que quizá sería una buena idea cambiar la función “Pájaros, etc.” por la de “Radio FM”, pero por otra parte no me decidía a hacerlo, ya que si cambio el sonido que me despierta por uno que me permite dormir hasta bien entrado el mediodía, ¿para qué coño me he gastado 149 euros en un despertador?
Para colmo, el piar de los putos pajaritos me impedía pensar con claridad, así que para amortiguar ese ruido enloquecedor me puse la almohada sobre la cara; pero los chillidos penetrantes de los pajarracos conseguían atravesar con facilidad la gruesa capa de fibras de poliéster, y lo peor de todo, con la almohada encima no podía respirar. De modo que, asfixiada, me quité la almohada de la cara y tuve la sensación de que, aprovechando la situación, alguien había cambiado a la opción “Pájaros negros gigantes huyendo de un incendio en la selva australiana”
En esto, vi dos pequeñas luces centelleantes en mitad del pasillo, y en una fracción de segundo, lo que rodeaba a esas dos pequeñas luces, o sea, mi gata, se subió de un salto a la cama y comenzó a atacar, con golpes rápidos y certeros de su pata, a la lámpara-despertador; yo la bajaba de la cama una y otra vez, sobre todo porque en varias ocasiones estuvo a punto de tirar el aparato de la mesilla, pero ella se escabullía y volvía a arrearle zarpazos a la lámpara, cada vez más enfurecida; supongo que no estaba dispuesta a cejar en su empeño hasta no conseguir su objetivo, que imagino que sería hacer salir a los dichosos pájaros virtuales de su jaula de plástico luminoso.
Una de estas veces, mientras la tenía agarrada e intentaba inútilmente hacerle comprender la situación, ella se revolvió y me propinó un zarpazo en el antebrazo, quiero creer que sin querer; yo grité de dolor y en un acto reflejo, la lancé por los aires y se quedó enganchada a la lámpara de papel del techo. Se la veía asustada mientras intentaba zafarse, y por supuesto lo consiguió, tras lo cual cayó de nuevo a la cama y salió disparada de la habitación, maullando y con restos del papel amarillo de mi lámpara entre sus garras. Supuse que se escondería en la terraza o debajo del sofá, pero me equivoqué, ya que horas después la encontré aún temblando detrás del lavavajillas.
El brazo no dejaba de sangrar (justo ayer se me ocurrió estrenar las sábanas de modal blanco que me regalaron mis tíos por Reyes), así que intenté levantarme corriendo para seguir desangrándome en el cuarto de baño; pero con la precipitación me enredé las piernas con el edredón y me di de bruces contra el marco de la puerta justo antes de, como era de esperar, caer al suelo como un saco de patatas.
Conseguí librarme a patadas de mi prisión de plumas de oca y llegué exhausta al cuarto de baño.
Conseguí detener la hemorragia del brazo, no así la de la nariz, que iba adquiriendo con una rapidez pasmosa el color, la forma y la consistencia de una berenjena pasada por el microondas.
Improvisé una compresa fría con hielo machacado envuelto en un paño de cocina y me tumbé en el sofá del salón, decidida a arrojar la lámpara y sus efectos beneficiosos al contenedor de plásticos directamente desde mi ventana en cuanto la nariz dejara de sangrar.
No sé en qué momento me quedé dormida.
Al despertar tuve una sensación extraña; lejos de sentirme irritada, y a pesar del dolor que me abrumaba, me sentía sorprendentemente reconciliada con la vida.
Los pajarillos seguían piando alegremente en mi dormitorio y todo a mi alrededor rezumaba paz y sosiego.
Pensé que todo el mundo merece una segunda oportunidad.
Mañana probaré con “Rana y pato en el estanque”.

2 comentarios:

Sr. Curí dijo...

Bien bien bien!
Ya era hora de que Ñiña Jonás reapareciese con la vitalidad accidentada de siempre.
Y espero que por mucho tiempo.

Kiss.
Sr. Curí.

lobita dijo...

El agente Cooper de "Tuin Peaks" decía que había que hacerse un regalo al día, pues eso, pio pio.