domingo, septiembre 18, 2005

Este es el diario de Niña Jonás (5)

Este es el diario de Niña Jonás (5)

Esta mañana el radiodespertador sonó a las diez en punto, pero no lo oí hasta las 11:29, y porque sonó el teléfono. Era mi amiga Amaya, con la que había quedado a las once en la puerta del Eroski para ir a la piscina; que qué pasaba, coño, que llevaba media hora esperando en la puta calle, que no había una puta sombra y que se le estaba derritiendo el chichi de tanto calor, joder. Juzgué que estaba algo enfadada y le dije que por favor me disculpara, pero que por alguna extraña razón el radiodespertador no había sonado, se debe de haber ido la luz, le dije, pero que en diez minutos estaría allí, bueno, mejor en quince, y que si hacía mucho calor me esperara dentro del Eroski, que además tenía que comprar una cosa, y colgué.
Y es que esta noche apenas pude pegar ojo por culpa de un mosquito que, a juzgar por su insistencia pretendía dejarme seca, el muy cabrito. Si a mí no me importa que me pique, pero que lo haga en silencio, coño.
Eran las 3:42 cuando un zumbido me despertó de mi sueño.
Recuerdo que soñaba, así, a grandes rasgos, que un grupo de moscas vestidas de etiqueta discutían sobre la herencia de un familiar.
Una de las moscas, que decía ser sobrino del difunto, sostenía con locuacidad que, sin la menor sombra de duda, su querido tío deseaba fervorosamente beneficiarle en el prorrateo, ya que cuando el susodicho tío, impedido durante un periodo de tiempo indeterminado por una afección de peritonitis, había recurrido a él requiriendo su inestimable y desinteresado auxilio, así se lo había hecho saber.
Otra de las moscas estalló en carcajadas y le espetó que cómo era posible que alguien pudiera ser portador de tamaña cicatería; que el periodo indeterminado de tiempo había consistido tan sólo en día y medio de cuidados a base de sopas de pan, y que el supuesto tío ni siquiera era su tío sino tío segundo, y finalizó su exposición con un puñetazo en la mesa.
Otra mosca, mofletuda y cariacontecida, se pronunció con brevedad y apocamiento insinuando que sería preferible atenerse al protocolo, ya que creía contraproducente mantener al notario relegado al ostracismo.
Sus sugerencias cayeron en saco roto y no volvió a abrir la boca en todo el sueño.
Una de las moscas, hermana mayor del fallecido, sobrevolaba la estancia con aire circunspecto. Se posó encima de la mesa y atusándose la trompa, pareció meditar en profundidad las palabras que articuló a continuación: cuánta ingratitud. Después de ello procedió a escrutar uno a uno los rostros de sus congéneres, y en un alarde de chulería, levantó el vuelo y se dispuso a proseguir lo que quedara de reunión desde el techo.
Esta actitud, por otra parte tan característica en la hermana del finado, consiguió epatar una vez más a la congregación, por lo que decidieron hacer un alto en la junta para succionar con glotonería unas migas con chocolate.
Lo que sigue a continuación es confuso; sólo recuerdo que una de las moscas, sospechosa de participar en sucios negocios de especulación inmobiliaria, murió aplastada por la acción de un matamoscas. Entonces se armó un revuelo de ocho pares de narices; unas volaban enloquecidas de un lado para otro sin un rumbo definido, otras quedaron presas de patas en el chocolate derretido mientras el matamoscas, en su acción inexpugnable, seguía arreando golpetazos por doquier; el pánico era generalizado y debió de ser entonces cuando me desperté con el mosquito zumbando a la altura de mi oreja. Encendí la luz y estuve buscando al mosquito durante lo que estimo un tiempo aproximado de veinte minutos. Entonces por fin lo vi, posado en el marco de la puerta, y enrollando un catálogo del Eroski me acerqué a él con la intención de aplastarlo de una puta vez; pero no sé qué me pasó, no pude matarlo, me faltó valor. Y eso que el muy cabrón me miró fijamente y me hizo, con las patitas, un corte de mangas.
Hoy mismo compro el recambio del Kill Paff.

lunes, septiembre 05, 2005

Este es el diario de Niña Jonás (4)

Este es el diario de Niña Jonás (4)

Esta mañana me desperté a las diez en punto, cuando sonó el radiodespertador, pero no me levanté enseguida, y no sólo porque me agradaba la canción que estaba sonando, sino porque la noche anterior estuve en la inauguración del pub de Roli, un ex–compañero de psicología. El sitio en cuestión era lo que en algunos entornos se conoce como “pub temático”, y el tema era: El Terror.
Llegué al Creepy a las 12:12 de la noche, y a la entrada un tipo con capa me preguntó con una teatralidad inusual en un portero de discoteca que si estaba preparada para el terror. Yo creía que sí estaba preparada y así se lo hice saber.
Dentro estaba bastante oscuro, pero esto no fue impedimento para que Roli me encontrara rápidamente. Me abrazó con gran efusividad y aplastamiento de tetas, y cuando conseguí zafarme me dijo que qué alegría que haya venido después de tanto tiempo sin vernos ¿dos años quizá? Pero qué digo, si la última vez fue en la fiesta en el chalet de Beni, que el muy joputa me tiró a la piscina con el móvil en el bolsillo ¿te acuerdas? Y me lo jodió el cacho cabrón ¿te acuerdas? de eso hace más de tres años, y estás igual que siempre, jodía, guapo el sitio ¿que no? Llevamos más de seis meses de obras ¿has visto la decoración? mola un güevo ¿qué quieres tomar? La primera copa con la invitación es gratis y, uy disculpa un momento, me reclaman, las inauguraciones, ya sabes, je je; ve echándole un vistazo a la decoración y ahora te veo, dijo para terminar el soliloquio y me rozó una teta con la mano, supongo que sin querer.
Fui a echarle un vistazo a la decoración.
Las mesas estaban profusamente ornamentadas; había dráculas dibujados en unas, hombres-lobo en otras, Frankeinstenes con sus margaritas, lo peor era la mesa con la niña del exorcista, más que a Regan se parecia a Nando, el de Ana y los siete, y yo pensaba para mis adentros mientras sorbía mi cóctel con la pajita que si no saben dibujar ¿por qué no ponen una foto?
Había murciélagos de goma por doquier, arañas con sus respectivas telas, cortinas negras colgadas del techo, un velo negro de gasa para separar la cabina del diyéi y una luna de plástico que cambiaba de color al aplaudir. Las paredes eran de cartón-piedra imitando húmedas y misteriosas cuevas en las que refugiarte cuando vagas perdido por un bosque en noches de luna llena; eso me explicó más tarde Roli, entre entusiasmado y borracho. A mí me parecía más bien que alguien había intentado hacer con cartón-piedra la fachada de la catedral de Burgos pero después se había arrepentido.
Los nombres de los cócteles tampoco escapaban a la temática; el que yo me estaba tomando se llamaba Sangre Resucitada y estaba muy dulce, por la granadina. Otro se llamaba Vómito de Exorcismo; después estaban Aliento Animal, Infierno Rojo, Infierno Verde, Infierno Azul, los tres con tequila, Bloody Satan, Tutti Frutti Chucky, había como cien.
Roli me contaba jocoso y farfullando (creo que no sólo estaba borracho) lo que les había costado encontrar tantos nombres originales y novedosos, yo intentaba poner muecas de asombro mientras pensaba que le hubiera ido mejor organizando grupos de terapia psicoanalítica, y todo me daba mucha pena (sonaba un tema de Shakira), así que decidí emborracharme.
Me estaba tomando mi segundo Cutler Kruger cuando un tipo con la careta de Scream me dijo algo en ruso. I don’t understand you, le grité acercándome adonde me pareció que debía de estar su oreja. Volvió a decirme algo pero ya no parecía ruso, se asemejaba más bien a un griego hablando dentro de una caja de cartón. I don’t know what do you say, le dije intentando quitármelo de encima, pero el tío insistía y se me acercaba cada vez más, con la alergia que me da el látex, What do you want stupid freaky mamon, le grité, y por fin se quitó la careta y no era ruso, ni griego, era hispanohablante y camarero, y me traía las vueltas de la consumición que había olvidado encima de la barra. Juraría que cuando pedí el segundo Cutler Kruger me atendió la careta de Hannibal Lecter, pero puede que me equivoque.
Me dirigí a la pista de baile, y entre el gentío pude distinguir a un tipo muy parecido a Michael Jackson con una cazadora roja, como en el vídeo de Thriller, y de pronto empezó a sonar el tema de Thriller y todos tiraron sus copas al suelo y comenzaron a bailar al unísono, subiendo y bajando los hombros como descoyuntados, lo hacían de puta madre de verdad. El tío que se parecía a Michael Jackson (al Michael Jackson de cuando Thriller, no sé si alguien podría parecerse al actual) me miró y se acercó a mí sonriendo y enseñando unos dientes blanquísimos; me agarró de la cintura y me estrechó contra su cuerpo con una fuerza poderosa. Jamás hubiera imaginado que alguien tan flaquito pudiera ser tan fuerte. Todos en el local seguían bailando a nuestro alrededor, menos Roli, que vomitaba en su rincón de cartón-piedra.
Estuvimos bailando como veinte minutos, y entonces le pedí a Michael que me disculpara, que me encontraba revuelta y necesitaba meterme en la cama.
Me alivió bastante salir y respirar el aire puro de la noche; había luna llena, la más grande de los últimos dieciocho años según las estimaciones de algunos científicos, y el taxi tardó apenas doce minutos en llegar a casa.
Cuando sonó el radiodespertador aún me daba vueltas la cabeza y al principio me costó reconocer que la canción que sonaba era Thriller. Michael emergió de entre las sábanas. Did you have a good sleep? me preguntó con una voz dulce y sobrenatural, mientras sonreía y me miraba con sus ojos amarillos.