miércoles, agosto 17, 2005

Este es el diario de Niña Jonás (2)

Hoy me he despertado varias veces de madrugada: a las 5:15, A las 6:27 y a las 8:39.
Después conseguí dormir de un tirón hasta las 10 en punto, cuando sonó el radiodespertador. En ese momento me lo propuse: quiero ser famosa. Y rica.
Me levanté, desayuné, (después de ducharme, porque si no me ducho por las mañanas no soy persona) y me metí en internet.
Busqué diferentes concursos y certámenes; de poesía, de fotografía, de pornografía, y ya que tenía algunas fotos comprometidas de amistades que ya no lo son, decidí presentar alguna de ellas que estimara divertida. Sólo era cuestión de encajar una de mis fotos con el tema chorra de alguno de esos certámenes absurdos.
Mientras buscaba, y sin venir a cuento, me puse cachondísima y me hubiera encantado que llamara a mi puerta algún chavalito u hombre interesante, pero nadie lo hizo y me dio un poco de pereza masturbarme, además de que en ese momento no me parecía correcto, no sé por qué. Así que en vez de eso fui al baño y me pinté las uñas de negro.
De pronto oí unos golpecitos, como si alguien estuviera lanzando piedrecitas contra mi ventana. Me asomé y vi a mi amigo Nicolás, de Castellón, con una maleta pequeña en el suelo y una mochila enorme en la espalda. Le dije que qué alegría y que por qué lanzaba piedrecitas contra mi ventana en vez de usar el telefonillo como todo el mundo, y me dijo que no se le había ocurrido.
Le dije que subiera, sugiriéndole que usara la escalera en vez de intentar escalar por la ventana, como adiviné que era su propósito. Puso cara de gamba (la pone siempre cuando se siente insultado) y me dijo que de acuerdo.
Nada más traspasar el umbral me pidió que si le podía preparar por favor un bocadillo de anchoas, y le dije que se lo preparara él mismo si no tenía inconveniente, ya que todavía no se me había secado la laca de las uñas.
Me dijo que se había ido de su casa en Castellón porque ya no soportaba a su madre y su manía de comer a todas horas productos derivados de la soja. Me costó entenderle porque en ningún momento dejó de masticar y de lanzar migas y chorrear aceite. Reconozco que me tenía fascinada.
Debatimos sobre lo duro que era soportar a madres insoportables y decidí que en cuanto se me secaran del todo las uñas le propondría echar un polvo. Pero no hizo falta porque me lo propuso él mismo en cuanto se acabó el bocadillo y se tiró por encima el _ litro de Aquarius que quedaba en la nevera.
El polvo en sí fue bastante satisfactorio, excepto por el olor a anchoas.
Estábamos aún recuperándonos de nuestro jovial encuentro cuando Nicolás me sugirió que podíamos asistir al concierto de Long Play, o Bong Pray, no sé, no le entendí bien el nombre,(y es que hay algunos acentos ingleses que aún se me resisten, como por ejemplo el inglés de Castellón, o el de Tomás Fernando Flores) que tocaban esa noche en el Hard Day’s Night, que el batería era amigo suyo, y muy bueno, por cierto (no le pregunté si muy buen amigo o muy buen batería)
A mí no me apetecía una mierda porque sentía las piernas como acalambradas y conozco bien los gustos musicales de Nicolás, pero él debió de notar algo porque se le estaba empezando a poner cara de gamba, así que le dije que de acuerdo, que me encantaría, y pensé que quizá el dolor de piernas se me quitaría con un par de aspirinas como en el anuncio.
Me levanté para darme una ducha y comerme unas ciruelas, ya que follar me da bastante sed, cuando Nicolás se cayó de la cama (no sé qué andaría haciendo, porque yo estaba de espaldas) y quedó medio inconsciente, y yo a cuadros, claro. Y de repente la cabeza comenzó a irme a mil, que si llamo a una ambulancia, o a un vecino, que si le echo agua por encima, que qué me pongo para ir al concierto, y me dije, ¡qué coño! y aproveché para coger la cámara del armario y hacerle unas cuantas fotos.
Rica y famosa, no sé, pero el concurso lo gano seguro.

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